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jueves, septiembre 4, 2025

¡No me digas que no hay futuro!: Obstáculos y Oportunidades en el Movimiento Estudiantil

Paola Cosio Camacho | Integrante del Comité Nacional de la Juventud Comunista de México

Para creer que otro mundo es posible, en primera instancia, debemos creer que el futuro es posible. Sin embargo, una noción tan natural como la continuidad del tiempo parece haberse convertido en utopía para la generación que percibe estar al borde de la extinción humana.

El capitalismo tardío, no satisfecho con el robo del fruto de nuestro trabajo, nos ha usurpado la posibilidad de soñar con tener nuestra propia casa, una jubilación digna, o condiciones mínimas para formar una familia. Cuando buscamos oportunidades laborales con salarios atractivos, nos convertimos en víctimas de desaparición por el reclutamiento forzado del narcotráfico. Habitamos el tiempo de la barbarie que prevenía Luxemburgo, o de la tormenta que señala el EZLN a pesar de tan sombrío panorama, con todo en nuestra contra, aún florecemos entre el asfalto caliente, germinamos en plena sequía del campo, aparecemos entre la tierra removida de las fosas clandestinas y brotamos de la ceniza de los bosques calcinados.

El sector estudiantil continúa alzando demandas sobre lo inmediato para cimentar cualquier posibilidad de futuro. Las mismas demandas que impulsaban a los jóvenes desde los 60’s aún resuenan en los paros estudiantiles de la Universidad Autónoma del Estado de México, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, la Escuela Nacional de Estudios Superiores Unidad Mérida, la Universidad de Guadalajara, entre otros. En Estados Unidos, los campamentos estudiantiles que exigen un alto al genocidio contra el pueblo palestino, han llegado a incomodar hasta al más alto mandatario del imperio, quien ha impuesto recortes al presupuesto federal para las universidades que no penalicen con severidad a quienes que participan en dichas movilizaciones.

Estos casos, además de ser una clara señal de que las pequeñas reformas al sistema han sido paliativos temporales, demuestran que los estudiantes siguen siendo actores clave en el proceso revolucionario por la liberación de la clase trabajadora.

Sin embargo, a pesar de los destacables ejemplos de lucha mencionados, pareciera que el grueso de la juventud no es capaz de sentir la menor señal de esperanza. En parte, podemos atribuirlo al cerco mediático que obstaculiza la difusión de estos ejemplos de resistencia. Por otro lado, la crisis de representatividad emanada del rotundo fracaso del Estado burgués en el cumplimiento de sus más mínimas funciones, devienen en una apatía política que no sólo los aleja de la política institucional, sino también, de todo intento organizativo colectivo, centralizado y estructurado. Al sólo nombrar la palabra Partido, muchos jóvenes se alejen de inmediato debido a la connotación de ineptitud y corrupción, que los partidos políticos burgueses han impuesto a esta palabra.

Para combatir tales afectos desmovilizantes la juventud debe percatarse que la política no solo es aquella con olor fétido que emana de las alcantarillas de Palacio de Gobierno, sino también la que ellos mismos hacen al colgar tendederos que exponen la violencia sexual ejercida por sus profesores, la que hacen cuando marchan por sus desaparecidos, y cuando defienden los bosques, los parques y sus propios barrios ante el despojo, la contaminación y la violencia.

Como comunistas que caminamos sobre la línea de la ruptura, y ante la amenaza de la extinción, como estudiantes que somos y participamos de estos movimientos, tenemos una tarea compleja que, por orden, antecede al proselitismo de nuestra ideología. Para hacer ver que sólo en el socialismo otro mundo es posible, primero debemos de demostrar que aún nos queda futuro, pero que éste sólo llegará en la medida en la que nosotros luchemos por su existencia.

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