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martes, octubre 21, 2025

El fraude y el Estado.

Por Diego Hernández, miembro de la Dirección Colectiva.

18 de septiembre 2025

Ponencia presentada en el Conversatorio: El Estado contra el pueblo nayarita. En el Auditorio Carlos Marx, de la Unidad Académica de Economía, Tepic Nayarit

Para Marx y Engels, el Estado no es un ente neutral ni un árbitro entre clases sociales, sino una herramienta de dominación de la clase dominante por sobre otra. En El Manifiesto del Partido Comunista (1848) Marx afirma:

“El Estado moderno no es sino una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”.

Desde esta concepción, el poder estatal es un poder político organizado para mantener las condiciones de reproducción del capital. En El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Marx profundiza en la forma en que el Estado se fortalece cuando las clases dominantes no logran ejercer directamente el control, delegando la represión a un aparato burocrático-militar.

En México, esta lectura explica cómo, a partir del siglo XX —y especialmente tras la Revolución Mexicana—, el Estado postrevolucionario fue cooptado por una nueva élite política (el PRI), que asumió el control del aparato estatal no para eliminar la lucha de clases, sino para garantizar un modelo de desarrollo capitalista dependiente, centrado en el control de los medios de producción y el disciplinamiento de la clase trabajadora. Y fortaleció una clase social en total ascenso como la burguesía nacionalista del cual se desprendían diversas empresas y negocios estratégicos; en contraparte obreros, campesinos y pueblos indígenas padecían las relaciones de explotación y saqueo en sus centros de trabajo y territorios en aras del “progreso”.

En el caso de  Gramsci, en sus Cuadernos de la cárcel, analiza el poder al distinguir entre:

  • Sociedad política (aparatos de represión: ejército, policía, leyes).
  • Sociedad civil (aparatos de hegemonía: escuela, medios, iglesia, cultura).

Gramsci plantea que el Estado capitalista ejerce poder no solo mediante la coerción (represión directa), sino a través del consenso, es decir, convenciendo a las clases subordinadas de aceptar su lugar en el sistema a través de la ideología. Así, el poder burgués no se sostiene solo con fuerza, sino con dirección cultural e intelectual.

Para Althusser, en su texto Ideología y aparatos ideológicos del Estado (1970), sistematiza y amplía la visión gramsciana al distinguir entre:

  • Aparatos Represivos del Estado (ARE): Funcionan principalmente por la violencia (policía, ejército, justicia, cárceles).
  • Aparatos Ideológicos del Estado (AIE): Funcionan por la ideología (familia, escuela, religión, medios, cultura, partidos).

Para Althusser, el Estado se reproduce porque estos aparatos logran que los individuos interioricen su lugar en el sistema, es decir, se “sometan voluntariamente” a la ideología dominante.

En México, esto se tradujo en el uso de dos mecanismos simultáneos: por un lado, represión directa a través del ejército y las policías políticas (como la Dirección Federal de Seguridad); por otro lado, un intenso aparato ideológico sostenido por el sistema educativo nacional, el nacionalismo revolucionario y los medios de comunicación estatales.

En el caso mexicano, los aparatos de represión se expresaron en La Guerra Sucia (1968–1982): asesinatos, desapariciones, tortura de estudiantes, campesinos, guerrilleros. El Ejército y las policías federales como ejecutores de la represión política. El caso de Tlatelolco (1968) y el Halconazo (1971) como ejemplos extremos del uso de la violencia estatal para silenciar la disidencia y la rebeldía.

Nayarit antes y durante la elección de 1975

En la década de 1970, México vivía bajo el predominio del PRI. En ese contexto, Alejandro Gascón Mercado, dirigente comunista, emergía como una figura de oposición auténtica en Nayarit. Militante del PPS y secretario particular de Vicente Lombardo Toledano, gobernó Tepic como presidente municipal (1972–1975) con gran apoyo popular.

Su campaña para la gubernatura de 1975 estuvo cargada de entusiasmo y asambleas masivas. Según varios testimonios, logró obtener la mayoría de los votos —se mencionan incluso cifras como 47 % en algunas fuentes-. Esta amplia movilización alarmó al sistema priista, que recurrió a toda su maquinaria —política, burocrática y hasta militar— para impedir un triunfo de la izquierda.

El fraude electoral: maniobras del PRI y negociaciones con PPS

El PRI montó una operación para desconocer el triunfo popular. En diversas casillas, se impidió el reconocimiento de representantes opositores; se falsificaron firmas y actas; y se modificaron las actas de escrutinio, con paquetes agregados en favor del PRI. En zonas donde el PPS parecía ganar, se clausuraron comicios y se confiscaron ánforas.

El control se extendió incluso a la Comisión Estatal Electoral: se infiltraron “auxiliares” de otras partes del país para violar la legalidad. El PRI anunció primero que su candidato —Rogelio Flores Curiel— alcanzó los 59 000 votos, y en 72 horas modificó esa cifra a 75 000, evidenciando desorden y manipulación.

En paralelo, se orquestó un arreglo político: Jorge Cruickshank García, dirigente del PPS, pactó reconocer la victoria del PRI con Porfirio Muñoz Ledo quien años más tarde sería un alto dirigente de la izquierda en México, y que en su tiempo fuera el operador del fraude electoral, a cambio de una senaduría por Oaxaca. Este acuerdo provocó una ruptura dentro del PPS y llevó a Gascón Mercado a separarse y formar el PPS Mayoritario y luego el Partido del Pueblo Mexicano.

Estudiosos y actores políticos han denunciado que el fraude de 1975 fue “el peor de los fraudes electorales del Estado Mexicano” en esa época autoritaria. La época del asesino de Luis Echeverria.

Intervención del Ejército: robo de urnas e intimidación militar

Un elemento especialmente grave fue la intervención del Ejército. Según testimonios recogidos por el propio Gascón en sus memorias (Por las Veredas del Tiempo), “los soldados se robaron las urnas”, pues el Ejército veía al candidato priista como una proyección de sus fuerzas y estaba dispuesto a imponer su voluntad.

La operación fue directa y brutal: hubo soldados intimidando y golpeando ciudadanos; muchos votantes tuvieron que votar abriéndose paso entre metralletas. El Ejército no solo cercó a la población, también secuestró ánforas. En un estado de sitio incluso en algunos lugares, se impidió ejercer el sufragio libremente. En palabras de la oposición, “se vio la cara del fascismo”.

Boletas fueron robadas, quemadas, ocultadas en montes o arrojadas a ríos. La falta de registros y actas imposibilitó conocer con precisión los resultados.

El fraude electoral del 9 de noviembre de 1975 —y la represión violenta asociada— provocó una profunda fractura en la izquierda nayarita y a nivel nacional. Al sentirse traicionado por la dirigencia del PPS, Gascón se separó y fundó nuevas organizaciones: primero el PPS Mayoritario, luego el Partido del Pueblo Mexicano (PPM), y en 1979, la Coalición de Izquierda que logró formar bancada en la Cámara de Diputados.

La figura de Alejandro Gascón fue reivindicada décadas después como un precursor de la democracia en el país; su lucha marcó la diferencia entre denunciar el fraude y aceptar la derrota. En 2005, tras su fallecimiento, fue recordado como “el primer alcalde socialista del país” y como un hombre fiel a sus convicciones, integro a sus principios. Alejandro no era de izquierda, Alejandro era comunista, pero entendía que para llegar al poder tenia que buscar distintos métodos, en este caso las elecciones como en su momento lo buscó Allende en Chile, sin embargo, el sistema capitalista y autoritario no permitió que ni Allende ni Gascón Mercado lleguen y ejerzan el poder y el gobierno.

Conclusión

El movimiento popular en Nayarit de 1975, liderado por Alejandro Gascón Mercado, Salvador Castañeda O’Connor, Raúl Rea Carvajal, Miguel Gonzales, Sabino Hernández Téllez, Rafael Gómez Aguilar, Carlos Rodríguez, José Manuel Páez, José Santos, Manuel Stephens y muchos otros luchadores y luchadoras, representa un episodio clave en la historia democrática de México: una contienda en la que el pueblo votó masivamente por un proyecto alternativo, un Estado se negó a reconocer esa voluntad utilizando la fuerza militar. El robo de urnas por parte del Ejército, la manipulación electoral y una negociación que negó el triunfo popular, conformaron un sacrificio que terminó forjando una conciencia democrática más fuerte, más radical, allí inició la ruptura con las instituciones. A pesar de los esfuerzos que representó tanto la coalición de izquierda del PSUM al cual muchos de sus dirigentes abrazaron el poder y el dinero y que hoy pasaron a ser parte de la burguesía nacionalista, humanizando al sistema capitalista y al modelo neoliberal.

La lucha de Alejandro Gascón Mercado y todos los dirigentes de la época se da en el contexto de la Guerra Sucia, Guerra que por cierto cobró la vida de casi 1000 personas. En donde los aparatos represivos como el ejercito y la Dirección Federal de Seguridad se ensañaron contra dirigentes, campesinos, obreros, estudiantes y guerrilleros.

Con la llegada del neoliberalismo de 1982 al 2000 se emprende el desmantelamiento del Estado, aunque los aparatos de represión se siguen fortaleciendo incluso el Estado Penal con el aumento de cárceles, leyes más duras, criminalización de la pobreza y la protesta social.

Con los gobiernos del PAN y del PRI no termina la represión ahora se reactivan con la llamada Guerra contra el narcotráfico.

Este conflicto es una estrategia bélica y de terror perpetrada por el imperialismo norteamericano para con los pueblos sobre todo del sur global, esta ha cobrado ya más de 500 mil muertos y más de 120 mil desaparecidos en los últimos 19 años.

Lo que habría que preguntarse es también, quienes son los que mueren y porque sexenio tras sexenio se sigue la misma táctica de guerra. Actualmente en los gobiernos incluso de la 4T es el ejercito el que sigue siendo actor clave y fundamental, no sólo en la construcción de seguridad sino en el control de espacios estratégicos y proyectos como el Tren Maya, el Proyecto transístmico, o el Aeropuerto Felipe Ángeles.

A pesar de la historia de represión, el ejercito sostiene el poder político, sea quien sea el Partido en el poder. Y este engranaje se da a partir de incrementar el presupuesto a la Secretaria de Defensa Nacional profundizando la militarización del país. Este ha pasado en el año 2001 de 22, 424 millones de pesos a 259 mil 433 millones en el último año de López Obrador incrementándose en un 1050%, del periodo 2001 al 2024.

La lectura combinada de Marx, Engels, Gramsci y Althusser nos permite comprender que el Estado capitalista mexicano ha funcionado históricamente como una maquinaria de dominación, utilizando tanto la fuerza bruta (coerción) como la ideología (consenso) para garantizar la reproducción de las relaciones capitalistas.

Desde la Guerra Sucia hasta hoy, los aparatos represivos del Estado mexicano han actuado para frenar movimientos sociales, contener demandas populares y asegurar el control político. Aunque los discursos cambian, la estructura de dominación persiste, transformándose, adaptándose y sofisticándose. Algo sabemos los nayaritas de eso, cuando quienes gobernaron en el 2011 al 2017, no sólo usaban sombrero, sino también el garrote de la intimidación, el despojo y la tortura.

El movimiento de 1975 expuso lo mas grotesco del sistema capitalista mexicano, su aparato de represión, y la insípida democracia, sin embargo, también puso sobre el debate político de la época la necesidad de organizar al pueblo, de concientizarlo, de politizarlo, de movilizarlo, pero sobre todo le enseñó al pueblo que luchando se puede transformar la sociedad, y el estado de cosas en el que vivimos.

Hoy quienes gobiernan el Estado de Nayarit, lo hacen desde las mismas practicas de los setentas, por caprichos y con la fuerza del Estado. Hacen despojo de tierras y espacios públicos, en manos de la inversión y el progreso, y tienen a sus pies a las distintas fuerzas y aparatos del Estado incluyendo a la Cámara de Diputados que le aprueban todas y cada una de las iniciativas que manda el ejecutivo, incluso si esta iniciativa va en contra de los intereses del pueblo y los trabajadores.

Golpean en el salario a los trabajadores, a las instituciones públicas incluidas la Universidad Autónoma de Nayarit, precarizando el trabajo, disminuyendo sueldos y prestaciones, acaparando y reduciendo los fondos de pensión y jubilación. No gobiernan para el pueblo, ni para los trabajadores, gobiernan para los ricos y empresarios, se dicen de izquierda y democráticos y se arrodillan ante el poder del dinero y usan al Estado para sí, para interés particulares en nombre de la democracia.

Los comunistas debemos de proponer al pueblo que cualesquiera sea el camino de lucha en el cual se transite, debemos estar con el pueblo y los trabajadores, con los estudiantes y universitarios consientes, con los pueblos indígenas, con las mujeres, con los jóvenes.

Tenemos que plantearnos el cambio no solo de régimen político, sino el cambio del sistema capitalista. ¿Quién en su sano juicio pudiera estar con contra de eso? O más aun ¿quién en su sano juicio pudiera sostener las bases teóricas y practicas del capitalismo, que lo que ha provocado en el mundo es muerte y destrucción, y del cual la especie humana y la vida como la conocemos está a punto de desaparecer? Sino la detenemos, sino alzamos la voz, sino nos organizamos, estaremos destinados a que esta generación y la que sigue vera con sus propios ojos la extinción de la especie humana y la vida en el planeta.

Los comunistas proponemos el socialismo, una sociedad postcapitalista que enfrente la guerra con la paz, el odio con el amor, la desigualdad con la inclusión, la concentración de capital con la distribución de la riqueza. Pero que fortalezca al Estado, al Estado proletario y que meta a la cárcel a todos los corruptos y ladrones que le han robado al pueblo de México y que muchos o la gran mayoría gozan de cabal salud, integridad y seguridad por parte del Estado Mexicano como el General Cienfuegos en el caso de Ayotzinapa o German Larrea CEO de grupo México y asesino de 65 mineros en Pasta de Conchos, saqueador de minas y ecocida, entre otros tantos.

Nos preguntan porque recordamos tanto a Alejandro y los luchadores sociales del 75. Porque reconocemos nuestra historia, es necesario saber de dónde venimos porque debemos saber a dónde vamos. Y vamos a la victoria, estamos condenados a ella.

Muchas gracias compañeros y compañeras

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